“Hemos visto su estrella y venimos a adorarle (…) la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que fue a posarse al lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella experimentaron una gran alegría. Entraron al lugar y se pusieron de rodillas y lo adoraron” (cf. Mateo 2). Es hermoso, ver cómo hasta los astros manifiestan la presencia de Dios en la humanidad, astros creados desde sus manos, una estrella que aparece anunciando la llegada de Dios hecho hombre, de un mesías salvador, que es Dios, hombre y Señor. Dios siempre en nosotros una estrella, que nos conduce, un signo que nos lleva a hasta su presencia y se manifiesta a nuestra vida con una gran alegría que no se puede describir, lastimosamente, en diversas ocasiones, seguimos estrellas fugases que desaparecen, que nos dejan sin camino y en oscuridad. Hoy llega Dios a tu vida y te señala el camino hacia la felicidad, la paz y el amor. Pero, este lo encuentras no en grandes palacios, sino, en un portal, en una pesebrera, es decir, en la humildad y la sencillez, no en el reconocimiento, el dinero, ni mucho menos en el tener, tu felicidad no puede quedarse en unas simples vacaciones, en salidas, dinero, posesiones y títulos, porque puedo asegurarte que dan felicidad, pero es pasaje y superficial, porque al final de ello, siempre llegas y te das cuenta que todo pasó, son estrellas fugases de felicidad. ¿Ya viste tu estrella?
Las estrellas se miran en el cielo, y tal vez, por ello no hemos encontrado la estrella que nos conduce a la felicidad completa, porque andamos con la cabeza gacha, encorvados, con nuestra mirada hacia nosotros mismos, el horizonte de la vida no es claro, porque damos pasos cortos y falsos, porque vemos de manera limitada la vida y desde allí, nos hemos acostumbrados y vivir en resignación. Levanta la cabeza, llega tu liberación, mira la estrella de Belén que te empieza a guiar a horizontes de felicidad, amor y bendición, esa estrella te guara a ello que tanto buscas, la verdad y la realización plena.
Una noche de 24 de diciembre, llegué a mi habitación después de una eucaristía, antes de medianoche, levanté los ojos al cielo, y pude ver mi propia oscuridad y mi pecado, pero empezaron a nacer luces en el cielo, con música y gritos de felicitación. Y con la mirada puesta en el cielo, con una leve sonrisa y una lagrima por mi rostro, Dios me mostró su amor, una amor que iba más allá de lo superficial y sentía una paz inmensa que me invitaba a descansar en el amor, así que salgo de la habitación y abrazo a todos los que estaban en casa y ellos eran mi estrella de Belén, que me acompañaban en el camino, me alentaban y me conducían, aquellos que señalaban el camino y el lugar de la humildad y la sencillez, me mostraron el portal, que nos unía en el amor y la felicidad.