Estar alegre, triste, deprimido, sorprendido o enojado; con miedo o con asco; son algunas emociones que se experimentan a lo largo de la vida. En algunas ocasiones se hace sencillo administrar la fuerza con la que se presentan, aunque no siempre es así. Por eso, se hace necesario aprender a controlar esta clase de sensaciones que se pueden manifestar tanto a nivel externo como interno. Sin embargo, para reconocer una emoción, esta debe ser una experiencia personal, está cargada de una reacción física y responde a un evento de la conducta. Por ejemplo, Jesús, en el texto bíblico de Mateo 21, 12; experimentó en su interior la ira al ver el templo convertido en cueva de ladrones. La reacción física del hijo de Dios fue echar a todos los que estaban allí vendiendo y comprando, tumbó la mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas. Y, responde a un cambio de la conducta, de un Jesús sereno a un hombre enfurecido.
Las emociones por sí mismas no están cargadas moralmente, no son malas ni buenas si se viven bajo control. Aunque si hay emociones positivas y negativas. Las primeras las que nos llevan a un estado de felicidad y tranquilidad y las otras que nos dirigen a la tristeza y rabia. Entonces, ¿Cómo saber navegar el mundo de las emociones negativas? Después de reconocer qué las provoca, es muy importante no culparse, pues en la mayoría de los casos son agentes externos las que hacen que surjan, por lo tanto, evitar escenarios de conflicto o de tensión es una buena idea. Compartir lo que sientes con las personas más cercanas y de confianza es un paso muy grande para controlar las emociones, permite descargar todas las sensaciones turbulentas del alma. El gozar de espacios abiertos y momentos de oración son la técnica más eficaz para decantar lo negativo de las emociones y poder disfrutarlas sin tener que arrepentirse de ello. Es natural estar bombardeado de emociones diariamente, pero no es saludable dejar que ellas tomen el control. Sentir ira por no tener un buen día está bien, pero maltratar a otra persona por eso mismo no es justificable. Tener miedo a las nuevas oportunidades está bien, pero no avanzar y quedarse en el mismo lugar, es perder el control. Aunque, es necesario tener presente que tener el control de las emociones no es algo sencillo, es un proceso donde poco a poco se va entrenando al cerebro y el cuerpo para encender las alarmas cuando algo se va a salir de control y poder tomar mejores decisiones para evitar reacciones negativas, debe ser una educación emocional constante.
Cuanta una historia que un día, un hermoso pájaro, de alas largas y coloridas, de pico brillante como el oro y plumas suaves como la seda estaba oculto dentro del hueco de un tronco viejo. Tito, el pájaro, sufría de mucho miedo para salir a volar, le daba miedo casi todo. Una mañana el gran árbol donde estaba escondido, le dijo a Tito: siendo una hermosa ave, ¿Qué haces aquí escondido? El viejo roble, lo motivó día tras día hasta que Tito se llenó de valor y logró salir a volar. Y desde la altura pudo observar los hermosos paisajes que se estaba perdiendo por no saber controlar sus miedos. Al final, después de varios meses Tito pudo conquistar las alturas del cielo. No permitas que los temores de la vida opaquen tu brillo y las ganas de ser feliz, ni mucho menos, que esas emociones negativas te oculten del mundo; y como Tito sal a volar, aprende a controlar tus emociones descubrirás lo bello de la vida y vivirás en libertad.
Gracias por tan hermosa reflexión..
Muchas veces el miedo no nos deja ser felices
Como describe la lectura. No solo salir a volar, sino controlar las emociones, para no convertirlas en tristezas y así buscar la felicidad