Ven, Señor Jesús

Ven, Señor Jesús”, son las palabras que muchas veces pronuncio en mi oración, ante la incomprensión de algunas situaciones y circunstancias de la vida, porque siento que el camino está por terminar, donde siento que no tengo fuerzas para continuar con la vida. Este es el clamor de un corazón que grita a Dios, que reclama su presencia, que hace una invitación a entrar a formar parte, que tenga una intervención en nuestra vida. Es el clamor confiado y esperanzador de alguien que sabe que su Dios está dispuesto a ayudar y ser defensor en el peligro. Cuando este clamor se hace desde el corazón, Dios, ciertamente, viene a hacer parte de nuestra vida, viene al corazón, pero se tiene que estar preparados, preparar el corazón y la vida, como se alista y prepara la casa para una visita. 

En la iglesia comenzamos un nuevo año, una nueva experiencia de la historia que nos recuerda que Dios, visita a su pueblo, que Dios ama y da todo, que Dios es principio y fin, que Dios se hace presente en nuestra propia historia para recordar el memorial de su amor en nuestra existencia. El tiempo que abre todo este año se llama Adviento, que significa advenimiento, es decir, algo que está llegando, que viene, y es hermoso, porque es un tiempo que nos prepara a recordar la venida del salvador al mundo, un tiempo que nos recuerda que se debe liberar el corazón de tanta basura e idolatrías, para dejar que Jesús venga, es el tiempo de la espera, donde aguardamos ser salvados y liberados, donde como aquel pueblo de Israel, con esperanza y confianza aguardan su Mesías y Señor. Este tiempo es esperanza, es preparación, es certeza, es gozo, es tiempo de redención, porque Jesús viene a nuestra vida, viene a visitarnos y salvarnos, viene a curar los dolores de la enfermedad, del dolor y la angustia, viene a dar vida y luz, a los que andamos en tiniebla y sombras de muerte. Este es el tiempo que nos recuerda que tenemos salvación, pues el amor de Dios se hace presente en la debilidad de la humanidad, es el tiempo donde esperamos la obra de Dios en la vida de cada uno.  

Recuerdo, una noche oscura, una noche donde sentía mi alma al borde la muerte, donde nos encontraba sentido a lo que hacía ni mucho menos a lo poco que tenía, nada salía como lo había planeado, estaba defraudado de mi vocación, mi carrera, amigos y familia, mientras por mi rostro corrían algunas lágrimas de tristeza y de soledad, pero en aquella noche más oscura pude ver la luz del amor de Dios que venía desde lo más alto a mi vida, venía a iluminar cada espacio que tenía es oscuridad y soledad. Solo me bastó por mirar hacia mi ventana, ver el reflejo de una luna que salía entre las nubes y un cielo oscuro, reflejo que llegaba hasta el escritorio de la habitación y dónde siempre permanece la Biblia, solo la tomé la abracé junto a mi pecho y dije: “ven, Señor Jesús, no puedo más”, mi corazón se aceleró fuertemente y abriendo la sagrada escritura encontraba el pasaje: “hoy les ha nacido un salvador, el mesías, el Señor”, aquel día el Señor vino a mi vida a devolver la esperanza y aliento que necesitaba, aquella noche oscura vino a visitarme el señor. 

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