En una oportunidad, leía una historia de unas vasijas de barro, una que estaba muy agrietada y otra muy nueva; un hombre salía por agua a un pozo todos los días con sus vasijas de barro, una mantenía su agua intacta hasta llegar nuevamente a casa, la agrietada, por el contrario, llegaba con la mitad del agua, pues por las grietas se iba regando el agua en medio del camino. ¿Cuál es la vasija más útil? Si se responde desde la utilidad, se puede decir que nuestra acción inmediata, sería desechar la agrietada, pues da perdidas de trabajo y de resultados, en cuanto a la cantidad de agua que se obtiene al final, y la nueva se conservaría, pues tiene muchos más beneficios.
En algunos momentos, somos esa vasija agrietada, y somos rechazados por otras personas y por la sociedad, por algunos aspectos físicos, sentimientos, actitudes, palabras o comentarios; puedo decirte con seguridad que soy como aquella vasija agrieta, que tiene en su corazón y su vida algunos errores y dificultades que no me dejan ser la persona que quiero llegar a hacer, que tengo aquellos sentires que son juzgados por los demás con facilidad y que pueden señalar y juzgar de alguna u otra manera, y es allí, donde podemos sentirnos inútiles a la hora de servir y de vivir. Recuerdo, que cuando estaba muy pequeño, sentía una necesidad muy grande de ser admitido y aceptado en algunos grupos de la escuela, pero siempre fui rechazado, hasta en el mismo coro del seminario mayor me hacían a un lado, por esas grietas que existían en mi vida, por eso quería convertirte en aquella vasija perfecta que pudiera dar mucho fruto y utilidad. Creo que ello me causo mucho dolor, y como yo, veía también muchas personas que eran rechazadas hasta dentro de la misma Iglesia, colegio, trabajo, Seminario, etc. Y no puedo juzgar aquellas actitudes que se tienen en algún momento, porque hasta en nuestros tiempos, seguimos viviendo el rechazo de la misma humanidad, personas que no se aceptan como son, y menos aceptan al otro, solamente actuamos desde el campo de la utilidad, dejamos a la persona de lado. Razón tenia David Hume, un filósofo moderno, al afirmar que el hombre siempre actuaba en la vida movido por un interés particular y beneficioso para sí mismo.
Pero, esto tiene que acabar, es importante tener en cuenta y preguntar ¿aquella vasija agrietada no servía o no tenía ninguna utilidad? Si la tenía, aquella vasija que regaba el agua por el borde del camino estaba haciendo un trabajo mucho más grande. Pues aquel hombre, dueño de las vasijas, plantó semillas por el lago del recorrido de aquella vasija agrietada, y en un tiempo obtuvo un bello jardín de camino hacia el pozo. En momentos, creemos que no servimos por nuestra debilidad, o también, otras personas nos rechazan y se creen con el derecho de menospreciar lo que somos y tenemos. Pero ahora, es una oportunidad para mirar a tu alrededor y puedas descubrir lo valioso que puedes llegar a ser con tus cualidades y también, con aquellas debilidades que están en ti.
Hoy, tal vez, seas esa vasija agrietada, pero puede decirte con seguridad que vales mucho y que sin pensarlo o imaginar, estas regando por el camino aquellas semillas que van a dar en algún momento una bendición. No puedes rendirte por el rechazo de otros, ante las palabras de “no sirves”, “no soy capaz”, debemos con valentía caminar, cumple tus sueños y metas, sé aquella persona que es capaz de hacer de la debilidad una fortaleza, porque nuestra vida es como una vasija de barro, tal vez agrietada por los golpes del camino y la vida, pero no dejes que esas grietas destruyan lo que eres y puedes llegar a ser, no dejes que nadie te menosprecie, cree en ti, crece y sirve, porque estoy seguro que recibirás muchas bendiciones.
«Hombre de barro soy», dice aquella canción y Jesús nos dice que es nuestro alfarero, el único que puede moldearnos y hacernos nuevos.
Ninguno de nosotros fuimos llamados a juzgar a otros y mucho menos a menospreciarlos, fuimos llamados a vivir en plena comunión con Dios y por ende con nuestro semejante.
Yo quiero ser vasija entre tus manos mi Dios.