La aventura de la santidad comienza con un sí a Dios, era las palabras de San Juan Pablo II, palabras que nos alientan a reconocer que Jesús ha venido al mundo y se hace uno como nosotros para enseñarnos a hacer la voluntad del Padre, a sabernos elegidos de Dios y amados por él, aun en medio de nuestras profundas soledades, fragilidades y pecados, ha venido por cada uno de nosotros, para reconciliarnos con Dios, lo único que tenemos que hacer es abrir el corazón a sus promesas y su amor que no tiene límite.
Un sí a Dios, es un sí a la felicidad, pero también, es renuncia, y se renuncia al pecado y nuestra comodidad, a nuestros propios intereses, porque el plan de Dios es mucho mejor que los nuestros. Recuerdo, que precisamente hoy, hace algunos años, decidí decirle a Dios que no, porque me había llamado desde su corazón a ser sacerdote y formarme en el seminario, pero un día se acabo porque dije no, porque quería seguir mis propio intereses, por mi debilidad, porque quería realizar mis planes y no los de Dios, porque quería hacer mi propia voluntad, porque había abandonado la oración y la lectura asidua de la Palabra, sencillamente dijo que no, porque creí que el camino era con la fuerza de mis manos, con mis planes y mi propio querer, también, pudo ser por mi orgullo y mi soberbia, porque me creía llamado de forma superior a mis hermanos, por mi falta de humildad y sencillez, por mis pecados más oscuros. Creía que Dios me había elegido por ser el mejor, pero que va, era el peor de todos, porque como Pedro, sencillamente dije un día “no lo conozco”, “no formo parte de él”, creo que ese día mi corazón se rompió porque había abandonado el amor.
Hasta hace algún tiempo, he entendido que Dios nos llama, nos por nuestras capacidades, sino por la fragilidad, por el pecado, porque quiere rescatarnos, Dios quería hacerlo conmigo, pero un día le dije sí y al otro lo estaba entregando, como Herodes, porque yo quería reinar y sencillamente él, tenía que quedarse a un lado de mis planes, verme actuar y asísteme cuando yo le permitiría o cuando estaba en dificultades. Hoy trato de decirle sí, desde su voluntad y su amor, pero aún me cuesta dejar todo en sus manos, me cuesta caminar y dejarle todo, porque en momentos pienso que mis planes son mejores y más sencillos, pero siempre no salen muy bien. Por eso, quiero invitarte, a que dejes tus planes en las manos de Dios, aún, si en algún momento nos los entiendes, porque Dios sacará lo mejor de ellos, para darte todo aquello que necesitas para ser feliz, abandónate en sus manos y deja que él actúe en tu vida, porque te ha elegido desde tu debilidad, para hacer una gran obra de amor con tu vida y tu historia, dile este día “sí” a Dios.