No es por ser el mejor

En muchas circunstancias de al vida, pensamos en ser elegidos para los mejores puestos porque lo que conocemos, por el esfuerzo, estudios, recibir algo por los méritos que se realizan para obtener, y se piensa que también en la relación con Dios es igual, que somos elegidos por ser los mejores entre todos. Hace poco recordaba cómo Dios me había llamado un día, y lo hacía, porque iniciaba las clases con algunos seminaristas nuevos, que con gran entusiasmo iniciaban sus clases de formación, algunos de forma sencilla y orgullosos por la oportunidad de estar ahí y digo esto porque, también, algunos que pertenecemos de forma activa y de servicio en la iglesia, creemos ser llamados por nuestras capacidades, por ser los mejores, por aquellas capacidades y por la santidad, pero como dice la escritura: «Dios escribe derecho en renglones torcidos», escribe la historia desde la debilidad del hombre, por eso es que no somos los mejore entre los mejores, Dios se fijó en la fragilidad y pecado de la humanidad para reescribir la historia, una historia que se creía perdida y sin horizonte.

Fue lo que le pasó a Isaías, un hombre que cuando Dios lo llama le recuerda lo que es «un hombre de labios impuros», pero a Dios lo elije y lo capacita para dar un mensaje, aun en la debilidad humana, por eso purifica sus labios para que de una respuesta generosa, de ahí la pregunta que le hace Dios en el momento del llamado: ¿a quién enviaré? ¿Quién irá de mi parte? Y es bella la respuesta de este hombre: «Heme aquí, envíame a mi». Es una respuesta confiada desde el corazón de Dios, teniendo la certeza de su acción santificadora, sabiendo que no es nuestra sino una obra que nace desde su corazón y toma aquello que no cuenta para confundir a los grandes, y así, toma lo pequeño, lo menos, para engrandecer desde su gracia, por eso, es que nos enorgullecemos no por lo que somos y tenemos, sino que nos gloriamos desde la cruz de Cristo, porque ella se nos ha dado la vida y el rescate de nuestra debilidad. Dios hace de lo poco que somos mucho, porque su gracia se da en gratuidad.

Hoy el Señor te llama, te invita, no por tus méritos, ni mucho menos por seas el mejor, el más capacitado, sino porque quiere hacerte fuerte en tu debilidad y hacer también, grandes obras en tu vida, ser el reflejo que Dios obra en medio de nuestra debilidad. Dios te ha llamado y elegido no por ser el mejor, sino porque Dios quiere manifestar su grandeza y amor en medio de tu debilidad, lo hizo con muchos en la historia, y hoy lo hace contigo y en su elección te capacita, hace una obra grande en ti, solo queda, que como Isaías, respondas con humildad y generosidad: «heme aquí, envíame mi». ¿Ser enviado? Sí, a dar testimonio de lo que Dios ha hecho contigo, de cómo te ha rascado de las tinieblas y sombras de muerte y te ha devuelto a la vida, porque te llamó desde tu debilidad en respuesta de tu generosidad.

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