Por estos meses hemos pasado en el mundo algunas circunstancias que nos han recordado que necesitamos ayudar y ser ayudados, una acción que nace desde un individuo hacia otro, aquella que podría llamarse caridad, pero quiero profundizar en el sentido primordial del nacimiento de esta y es la misericordia, actitud que muchas veces olvidamos en el desinterés de las necesidades del que está a nuestro lado, casi que tomamos una postura individualista. La misericordia nos invita a una práctica de donación al otro, en un reconocimiento de la propia debilidad y ayuda al que lo necesita.
Es extraño encontrar una sociedad donde se vive la indiferencia ante las necesidades de la otra persona, como si solo importara el bien personal y no el comunitario, se olvida la pobreza y el dolor, como si nunca pudiéramos pasar por ello. Muchas personas hemos sentido dolor, abandono, soledad y pobreza, tanto espiritual como material, y ello, debería causar en nosotros un salto de misericordia con el hermano, con aquellos que realmente lo necesitan. A veces creemos que, porque se tiene un poco más que otros, se está en el punto y derecho de marginar, olvidar y ser indiferente. Hoy quiero preguntarte ¿Qué tan eficiente eres con aquel que necesita de tu ayuda? E invitarte a que no olvides darte al hermano, que nada te haga olvidar al que necesita, que no margines o rechaces, que no pisotees la dignidad de las demás personas que están a tu lado, que lo que hoy tienes y eres no es el fin, es un medio con el que puedes edificar y construir sociedad y misericordia. De allí que el Apóstol Pablo mencione e invite: “la avaricia es la raíz de todos los males, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos. En lo que a ti concierne, hombre de Dios, huye de todo esto. Practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad” (1 Timoteo 6,10-11).
Misericordia es compasión, pero una compasión diligente, es decir, aquella que es capaz de pasar del sentimiento y las palabras a la propia práctica generosa de donación en amor a quien lo necesita. Su definición etimológica desde la Biblia es “entrañas” o también, “corazón ante la miseria”, es por eso por lo que el ejercicio de la misericordia nace desde el propio ser de la persona, es una compasión apasionada, libre y práctica, que no se agota en el mero ejercicio de dar unas cuentas cosas, por el contrario, abarca el campo de la asistencia hasta la consolación. Es por esta razón, que quiero invitarte a dejar de lado la indiferencia, que no te olvides de los pobres, de esas personas que necesitan de nuestra ayuda, que lleves una vida recta, en justicia, que vivas en misericordia, ello es una vida dinámica que genera dignidad y crecimiento de humanidad y persona. No te quedes como muchos que hoy siguen viviendo en la indiferencia, que tienen una vida sin misericordia, ni mucho menos, te quedes en la sola compasión y sentimiento, dónate en misericordia al hermano, no olvides ser justo, bueno y que muchas personas te necesitan.
La misericordia son todas las buenas acciones (espirituales y corporales) que nos permiten acercarnos de una manera desinteresada al prójimo.
Debes pedir la Misericordia de quien es Misericordia, Jesús, pues solos no podemos. La Misericordia debe nacer de un corazón donde el dueño es Dios.