«Y ahora, hija mía, no tengas miedo. Haré por ti todo lo que me pidas». (Rut 3,11)
Al hablar de una mujer, siempre se me viene a la mente el corazón de Dios, un corazón que sabe amar sin medida, un corazón que es generoso, de allí que recuerde siempre, también a la Virgen María, una mujer de corazón grande que supo acoger la Palabra de Dios en su seno. Hoy es un buen día para pensar, también, en aquellas mujeres que sabe renunciar a sí mismas, las que saben con su belleza cautivar, a las portadoras de vida que aún en medio del dolor y el sufrimiento se esfuerzan y caminan en medio de la valentía y la fuerza que reside en su propio ser.
Mujer, Dios te soñó mujer, para llevar dulzura y amor, para llevar la fuerza de tu corazón a una humanidad que se enfría en medio del odio y la soberbia, te soñó así como eres, para ser aguerrida y valiente, para cautivar y construir, te soñó delicada y perspicaz. Dios te soñó así como eres, preocupada por el hogar y por los detalles, te soñó como Sara, una mujer que espero en las promesas de Dios junto con su familia y recorriendo un camino de fe y de confianza cuando no había esperanza alguna, te soñó como Rut, una mujer que supo hacer la voluntad de Dios, como Ester una hermosa reina que defendió a su pueblo y a los suyos intercediendo por ellos, te soñó como Devora, aquella que valiente derrotó los enemigos de su familia, te pone el día de hoy como Judit, tal vez una mujer indefensa por haber perdido mucho, pero en fuerza, confianza y devoción a Dios, una mujer que supo de valor, coraje y astucia, te soñó como Ana, aquella que clama cada día al cielo una oración en los momentos difíciles, una mujer que bendice y cumple sus promesas, te soñó como Isabel, una mujer bendecida, te soñó como María una mujer predilecta, ungida, dócil y llena de fe.
Eres aquella mujer, toda en una, que es capaz de seguir luchando en los momentos de angustia, es la mujer que resuelve, que se estresa y que se enoja, eres la mujer que Dios soñó para todos nosotros los hombres, carne de nuestra carne, huesos de nuestros huesos y corazón de nuestro corazón, unidos en la igualdad y el amor de un Ser que nos creó totalmente diferentes, pero con su huella de amor en el alma, bellamente tu lo plasmas de una manera inigualable en el mundo, tú, mujer, eres la belleza del corazón de Dios en el mundo.
Que hermoso Dios te bendiga siempre
Padre. Gracias por cada palabra y mensaje. Es de gran bendición tener sus reflexiones. Dios lo continue guiando. Un abrazo